viernes, 7 de septiembre de 2012

El juicio del Padre - J.F- Mena






Cuando el Septón encendió la vela, los fríos ojos del Padre se iluminaron de forma siniestra. La pequeña llama proyectaba infinidad de sombras por sobre los demás dioses del Septo. Todos estaban allí, La vieja, la Madre, la Doncella, el Padre, el Herrero y el Desconocido. Según decía la tradición, estos siete dioses no eran más que las siete facetas o rostros de un único dios, el dios de los hombres de todo poniente. 
Los niños Ámanas aun eran pequeños pero con el entendimiento suficiente para saber que ante los ojos de los siete, todos los hombres eran iguales. Tanto señores como plebeyos serian arrebatados del mundo de manos del Desconocido y juzgados con justicia por el Padre. El sagrado conocimiento  de los ándalos había enseñado a los grandes monarcas llegados de Valiria la verdadera religión. Los reyes dragones  al aceptar las sagradas revelaciones las  habían tomado como propias  expandiéndolas aun mas por todo poniente. Allí en Roca Ceniza el septón Fran era el responsable de la fe tanto de los plebeyos como de los grandes señores. Un hombre joven de gestos sencillos y mirada severa al que el pueblo escuchaba con  grados iguales  de reverencia y  temor. Pero a pesar de ser  tan joven ante los ojos aun inocentes de los pequeños herederos era la viva imagine de la sabiduría.





_ ¿Quien fue el que profano el libro sagrado  de las siete puntas?- Pregunto el Septón con enojo.
Los pequeño Ámanas  no respondieron.
_ ¿Para que nos dio lengua el herrero si no para confesar nuestros pecados?- Cuestiono el  septón ante la mirada suplicante de los niños. Agustín el mas pequeño, ocultaba su cara detrás sus manos  en forma de rezo. Mientras que una lagrima solitaria se deslizaba por su regordeta  mejilla  infantil.
 _Yo no fui Septón. Se lo juro por los dioses. No me mande a ninguno de los siete  infiernos - Sollozo el mas pequeño de los jóvenes Ámanas.
El Septón Fran con mucha parsimonia se dirigió al altar de la Vieja y encendió una vela a sus pies.  Dejando   en evidencia las arrugas que marcaban  el rostro de la estatuilla. 
_ Joven  Alexander ¿Cuéntanos porque la vieja es representada con una lámpara en su mano derecha?
El heredero era delgado como un palo y sus ojos violetas brillaban con un fulgor extraño gracias a las luces de  las velas de los altares.
_ Porque la vieja representa la sabiduría y con su luz nos muestra el camino hacia la verdad.
_Así es, así es. - Sonrió el Septón por primera ves en el día._ Por lo tanto meditemos en paz y que la Vieja guié nuestros corazones.
El septó permaneció en total  silencio y solo el palpitar de las llamas rompían la calma del momento. Los minutos pasaron, en un desfilar del tiempo, como una sombra ensimismada de tensión opresiva.   Hasta que  una aguda voz  rompió la inquebrantable quietud.
_ Fui yo, fui yo. Yo no quería,  fue  sin querer- Sollozo Agustín, pero antes de continuar su hermano lo interrumpió.
  _No es cierto, fue mi culpa. Tenia hambre y comí mientras leía y la miel se derramo. Pido  perdón, en nombre de la Madre. Mi hermano no tuvo nada que ver con eso.
 El Septón Fran observo a los dos niños con mirada inflexible y con un gesto  de su mano los despidió del templo. Cuando la  gran puerta se cerró detrás de ellos  los ojos del padre centellaron con enojo entre las lóbregas  penumbra de los altares.
_ Lo siento mucho señor - Se disculpo el Septón- Yo mismo observe que fue el pequeño  Agustín el que derramo la miel por sobre las sagradas escrituras.
_ ¿Acaso crees que me interesa lo que paso con un mísero  libro?- Respondió con irritación el señor de Roca Ceniza_ Lo importante son las espadas. Mandare a Antigua a que traigan tres mas, si es tan importante para los "dioses". Pero lo que  realmente me molesta es la mentira.
_ Son niños. Aun no conocen el verdadero poder de los dioses. Pero la Madre..._ El Septón trago saliva y las palabras parecían morir antes de salir de su garganta.
_ Habla no me gusta perder el tiempo con rodeos._ Amenazo con voz medida el iracundo  señor.
_ El joven Alexander es un buen muchacho pero la Madre a arraiga fuertemente   en su corazón. Prefiere mentirle a los siete en vez de hacer lo correcto y acusar a su hermano. Un señor debe ser menos piadoso si no será devorado por los lobos.
_ ¿Que me esta pidiendo clérigo? ¿Acaso sugieres que envié a mi hijo de diez años  al muro por defender a  su hermano pequeño?                       
_ No señor, yo solo pensaba, que...
_ ¡Basta! - Grito el padre - No te traje a aquí para pensar. Si no para educar a mis hijos._ Vocifero el padre liberando su  ira reprimida_  Juro por los dioses nuevos y antiguos que haré de mi heredero un hombre implacable. Será digno de ser el señor supremo  de los siete reinos. Aunque en el proceso, me odie tanto que  lo  pierda para siempre.   

Obviamente este cuento esta inspirado en la obra de George R. R Martins   

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